Culminando el mes dedicado a Santísima Virgen, la Iglesia celebra la fiesta de la Visitación de María a santa Isabel, el hecho narrado en el evangelio de San Lucas, donde se describe que la Madre de Dios salió apresuradamente a asistir a su prima, quien a pesar de su avanzada edad recibió la gracia del Señor de concebir y dar a luz a Juan el bautista.
Si bien la fiesta de la Visitación se celebra desde el año 1389, luego del Concilio Vaticano II quedó establecida en el calendario litúrgico el 31 de mayo. En ella se resalta la vocación de servicio de María, al partir sin demora a la casa de Isabel y ayudarla durante su embarazo.
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El Papa Francisco reflexionó sobre este hecho durante la Jornada Mundial de la Juventud y presentó a María como ejemplo de disposición y acción para ayudar al prójimo.
“Queridos jóvenes, es hora de partir apresuradamente para encuentros concretos, para una acogida real de los que son diferentes a nosotros, como sucede entre la joven María y la anciana Isabel. Sólo así superaremos las distancias entre generaciones, entre clases sociales, entre etnias, entre grupos y categorías de todo tipo, y superaremos también las guerras” dijo el Pontífice.
Alegría y oración
Al mismo tiempo, el encuentro entre María e Isabel, recuerda la alegría de la presencia del Señor, la presencia del Espíritu Santo y la alabanza de la Virgen al Creador del Universo. María rebosa su amor a Dios en el Magnificat: “Mi alma proclama la grandeza del Señor y mi espíritu se alegra en Dios mi Salvador (…) su nombre es santo y su misericordia llega de generación en generación sobre los que le temen”.
La religiosidad popular ha hecho tradicional que el día de la Visitación se realice el gesto de la coronación a la Santísima Virgen, confiando en ella como la madre celestial que es auxilio de los cristianos y los conduce a su hijo Jesús.