Felipe Guerrero
felipeguerrero11@gmail.com
En estos días he recordado una vieja copla que con frecuencia recitaba mi Nona: «Por los caminos del mundo, los hombres vienen y van y no hay camino que al fin, no venga en Dios a parar…» Por parte de Dios, sus caminos son incontables. Dios orienta los acontecimientos del mundo, Dios conoce nuestras tendencias, y, al estar empeñado en llevarnos a la salvación, no hay detalle en la vida que no aproveche Dios para llamarnos y hacernos llegar a Él.
Aquí es donde se encuentra la profunda lección de esta copla. La sabiduría verdadera consiste en optar por el camino acertado y el camino acertado es la ruta del servicio. En mi niñez, el Dios de la liberación, empeñado en orientar mi vida, colocó en mi peregrinaje a unos auténticos profetas para que me iluminaran el sendero.
Portadores de esos faroles de luz fueron Luis Ernesto García, Manuel Aguirre, Raúl Méndez Moncada, José Gregorio Pérez Rojas y Jenaro Aguirre. Con ellos aprendí que «Yo sirvo» es el presente de indicativo del verbo «Amar».
En esta hora orientamos nuestro agradecido recuerdo a Luis Ernesto García quien nació a la vida eterna un Nueve de Octubre, hace Treinta y Tres años. Si yo quisiera personalmente sintetizar su vida en un pensamiento bíblico, tomaría la expresión del Apóstol Santiago
Para quienes fuimos sus discípulos, compartimos su peregrinaje por los espacios más humildes de esta tierra y participamos con él en la construcción de ideales en los territorios de la exclusión y la marginalidad, al recordar su limpia trayectoria dejamos un testimonio de la vida ejemplar del Profeta Luis Ernesto García. Aspiramos reencontrar y mostrar los valores identificadores de este hombre que apostó claramente por la dignidad de la persona humana.
Este hombre durante su peregrinaje por la tierra fue maestro y profeta. Hoy luego de haberse marchado hace Treinta y Tres años, sigue siendo maestro y profeta. Luis Ernesto García, se encuentra en la línea universal y eterna que integran todos cuantos han compartido su tiempo interior y sus largos desvelos de trabajo entre el aporte teórico conceptual del humanismo que los lleva a vivir en plenitud y el testimonio profético que los impulsa a escribir incansablemente y a concretar proyectos a favor de la persona humana. Enseñó y sigue enseñando que el Cristiano, el auténtico Cristiano no puede evadir su responsabilidad escondiéndonos en los templos.
Hay seres cuya existencia, se desenvuelve en todo momento con una indeclinable actitud testimonial para hacer praxis de los ideales que predican, seres que viven una constante lucha en beneficio del bienestar colectivo y que demuestran coraje y voluntad para mantener una actuación apegada a invalorables principios éticos. Generalmente en su peregrinaje terrenal son marginados y sufren la exclusión. Luego cuando nacen a la vida eterna, esos hombres llegan a recibir de la sociedad tal respeto y admiración que basta con mencionar sus nombres para apreciar el caudal de afecto que esa misma sociedad les prodiga. Este reconocimiento responde a sus valores excepcionales, los cuales resultan ser los más indicados para ofrecerle a la comunidad paradigmas dignos que le ayuden a alcanzar, una trascendente concreción de sus aspiraciones.
Esos seres durante su peregrinaje terrenal mantuvieron una conducta firme y una irrenunciable consecuencia, tanto para predicar sus ideas como por desarrollar un novedoso estilo de lucha marcado por la constancia para hacerlas prevalecer a pesar de las dificultades. Sin lugar a dudas, el Padre Luis Ernesto García es uno de esos personajes cuya existencia calza perfectamente dentro del perfil definido para esta categoría de seres humanos.
Como militante del Cristianismo en todos los actos de su vida, Luis Ernesto García dio testimonio de ser un auténtico discípulo de Jesús, el Nazareno que en expresión de John Sobrino «Tuvo compasión de los pobres y salió en su defensa. Por ello arriesgó todo, su descanso, su buen nombre, su seguridad. Denunció y molestó a los poderosos, y por eso lo mataron. No hubo ningún macabro designio divino, sino un inmenso amor».
Con Luis Ernesto García diseñamos y construimos la «Fundación Rerum Novarum», la Filial Táchira del Instituto Internacional «Jacques Maritain» y la «Fundación para la Formación Integral del Campesino», para dar herramientas liberadoras a los que les colocan la corona de espinas de la exclusión y son crucificados en el calvario de la traición. Esa es la tarea liberadora, porque la cruz bordada en coronas imperiales y joyas costosas, nada tiene que ver con los dos palos y los tres clavos de la cruz en que murió aquel que predicaba y testimoniaba amor.
Disfrutamos del inmerecido privilegio de tener nuevos predicadores del eterno mensaje de justicia. Son los nuevos profetas como Luis Ernesto García que recurren a nuevas metáforas pera llevar la buena noticia. Poéticamente lo dirá Leonardo Boff al señalar que: «La grama no creció sobre su tumba», o en novedosa expresión según la cual «El verdugo no triunfó sobre la víctima» y la gente humilde, sencilla y excluida, han inventado sus propias metáforas en sus propias palabras.
Como profeta de estos tiempos, Luis Ernesto García nos ratificó la eterna enseñanza de que ni Caifás, ni Poncio Pilato, ni el rico Epulón tenían razón; como no la tienen ni los opresores, ni los poderosos de nuestros días. Renace y resucita la hermosa lección de que el Jesús de Nazareth, viviendo como vivió y muriendo como murió, tenía razón. Por eso rescatamos la figura de Luis Ernesto García, porque con su vida nos enseñó que ese testimonio de amor y de servicio a los más humildes trae una luz que vence la oscuridad de nuestros días y nos contagia un calor que triunfa sobre el frío y la tristeza que muchas veces pretende invadir el mundo. En definitiva, Luis Ernesto García VIVIÓ PARA SERVIR
