El carisma de Nolasco se apodera de la pastoral penitenciaria en las tierras tachirenses, atendiendo y acompañando a más de 300 privados de libertad.
Anthony Cortez
@anthonycortez3
La Orden de la Merced, cuyo origen data del siglo XIII en tierras españolas, fundamenta su carisma en la redención de los cautivos y la atención a los privados de libertad. Desde el año 1995, los hijos de María de la Merced se han hecho presente en la Diócesis de San Cristóbal, con el objetivo de instaurar su casa de formación para aquellos jóvenes que sientan el llamado de ser redentores.
Además de dirigir la pastoral vocacional de la Vicaría de Venezuela, donde se forman los aspirantes y postulantes, la familia mercedaria del Táchira, conformada por religiosos, seminaristas y laicos, se han dado la tarea de abordar uno de los espacios más denigrados de la sociedad, como lo son los centros de reclusión. Su obra redentora la llevan a cabo materializando lo que se expresa en una perícopa del evangelio: «Porque tuve hambre y medisteis de comer… estuve en la cárcel y fuisteis a verme» (Mt 25,35-36).
Los centros del Cuerpo de Investigaciones penales y criminalísticas (CICPC) y de Poli Táchira, son el epicentro de esta obra de misericordia, donde se comparte con los reclusos un almuerzo y un momento de oración. Sin duda alguna, la participación activa de la Fraternidad Laical Mercedaria es fundamental para esta obra de misericordia, son ellos quienes se movilizan para conseguir las donaciones y todo lo necesario para acometer esta misión. Desde el día antes, los hijos de Nolasco organizan todos los detalles para emprender esta tarea redentora, desde cocinar los alimentos hasta tener al día toda la logística para ejecutar dicha obra.
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LA PASTORAL PENITENCIARIA
«Con esta pastoral queremos hacernos partícipes de esta realidad, que vive nuestro país, especialmente nuestra realidad Tachirense», así lo dijo el Presbítero Fr. José Leonardo Sánchez Contreras, actual superior y formador del Seminario Mercedario, quien está convencido de que es una oportunidad para experimentar la caridad cristiana en el recluso y vivir de cerca el carisma redentor desde la realidad de la sociedad.
No cabe duda de que el contacto directo con la realidad penitenciaria, impulsa a los redentores a hacerse presente en los lugares donde se clame libertad y seguir abrasando las celdas más oscuras y alejadas con la llamarada de Pedro Nolasco, que sigue siendo vigente después de ocho siglos, mostrando el rostro amoroso de Cristo.
«Seguimos siendo un rayo de esperanza y de Merced en estos tiempos difíciles y complejos en nuestra tierra de Venezuela» afirmación de Fr. José Leonardo, que da certeza de que este carisma día a día se patentiza en el que sufre tras las rejas, impregnando de merced al presidiario.
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