Tiziana Campisi – Ciudad del Vaticano
La tercera y última cita del ciclo de conferencias, organizada en el marco del Año de la Familia Amoris laetitia, desarrolla temas de Tradición y herencia. Lanzado en 2021 para celebrar los cinco años de la exhortación apostólica postsinodal del Papa Francisco sobre el amor en la familia, el año especial terminará el 26 de junio, en Roma, con motivo del X Encuentro Mundial de las Familias y propone varias iniciativas espirituales, pastorales y culturales para ofrecer a la Iglesia oportunidades de reflexión. La jornada de estudio «La tradición, herencia que promueve» que tiene lugar hoy en el auditorio «Carlo Caffarra» del Pontificio Instituto Teológico Juan Pablo II, organizador del evento en colaboración con el Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida y la diócesis de Roma.
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El legado transmitido de una familia a otra
El encuentro compara la Tradición con el tema de la herencia. Amoris laetitia supone una importante contribución a la idea de Tradición, explica Don Giovanni Cesare Pagazzi, director científico y profesor del Instituto Teológico Pontificio Juan Pablo II, porque, en cierto modo, Francisco presta atención a tratar la Tradición en su sentido más auténtico. La tradición, que es un movimiento de transmisión, no debe convertirse en algo fijo.
Esta transmisión es también lo que ocurre cuando hablamos de la herencia, «una experiencia universal de pasaje de la vida» que afecta a todos, hombres y mujeres, creyentes y no creyentes. En el contexto de la familia, cuando una generación deja valores a la siguiente, ésta puede vivir la herencia que recibe con nuevas oportunidades. «Quien deja un legado puede promover el desarrollo de la siguiente generación», explica el padre.
El encuentro de hoy pretende analizar las experiencias comunes de las familias y quiere prestar especial atención a la mediana edad, que es esa época de la vida en la que se hereda de los padres, pero ya se está preparando la herencia para los hijos. Es la estación de los que tienen entre 30 y 60 años y se analiza en todas las culturas y en todas las experiencias eclesiales. «Los matrimonios de la edad media», dice el padre Pagazzi, «son los que están entre dos edades de la vida, donde se encuentran la de los abuelos y la de los hijos».
¡La Iglesia nos hereda muchos bienes!
El director científico de la conferencia subraya que la Iglesia también nos da muchos bienes a nivel de doctrina o práctica, que las generaciones eclesiales anteriores han producido. Pero esta herencia corre el riesgo de convertirse en un museo, como ha dicho varias veces el Papa Francisco, y de no facilitar la vida. Un ejemplo nos lo ofrece la página del domingo pasado del Evangelio de Juan sobre la mujer sorprendida en adulterio llevada por Jesús ante los escribas y fariseos, que según la Ley de Moisés debía morir apedreada. Jesús no dice que la Ley de Moisés no deba aplicarse o que no sea válida, sino que dice: «Aquel de vosotros que esté libre de pecado sea el primero en tirarle una piedra».
También se detiene a escribir con el dedo en el suelo. «El que en la Sagrada Escritura escribe con su dedo es Dios, que escribió los 10 mandamientos, las tablas de la Ley. Cristo escribe, hace el mismo acto, pero en la tierra, como si la tierra de la que fue hecho el hombre, la adamah de la que fue tomado Adán, ya tuviera una ley que forma parte de esa herencia a tener en cuenta». En definitiva, es como si Jesús quisiera hacernos entender que la Ley está escrita en las tablas, pero que también hay una ley de la tierra que hemos heredado y que nos hace hermanos de esa mujer que se equivocó, que es tierra como todos.
La importancia teológica de Amoris laetitia
«Amoris laetitia es muy importante -señala don Pagazzi- porque nos ofrece una idea vital de la tradición, de legado, pero esta herencia no debe servir para montar un museo, sino para construir una casa para las próximas generaciones». Todavía hay que entenderlo bien, se ha interpretado como un documento dedicado sólo a la familia, a la pastoral familiar, al afecto familiar, concluye el P. Pagazzi, pero en realidad tiene también un gran significado teológico, porque enseña lo que significa heredar: no convertir una casa heredada en un museo, por ejemplo, sino hacerla una casa capaz de acoger.
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