Los últimos días de cuaresma las celebraciones litúrgicas hacen memoria de dos acontecimientos importantes y significativos de la fe católica: la solemnidad de la Anunciación del Señor y el Viernes de Dolores, ambos con la mirada puesta en la Santísima Virgen María, la primera cristiana, intercesora, la madre celestial.
El testimonio de María es el modelo perfecto de vida en Cristo, el que resume la humildad, la confianza, el compromiso, la coherencia, la entrega, el consuelo y la misericordia que sólo ella, concebida sin pecado original, ha sabido vivir en plenitud y perfección. Por eso, tanto en la Anunciación como en el viernes de Dolores, se refleja el acompañamiento de María en el camino cuaresmal.
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La solemnidad de la Anunciación recuerda el momento en el cual el Ángel Gabriel se presentó ante María y le comunicó que el Hijo de Dios se encarnaría en su vientre. Esta encarnación, obra del Espíritu Santo, se realizó luego de que ella aceptara la voluntad del Padre, “Yo soy la servidora del Señor, hágase en mí lo que has dicho” (Lc 1,38). La aceptación de María, es el ejemplo de fe que invita y ayuda a abrir el corazón para reconocer a Cristo luz, verdad y camino, tal como se ha presentado en la palabra a lo largo de la cuaresma. Y reconocerle es acoger su palabra, actuar en concordancia, practicando la bondad y la justicia.
Viernes de Dolores
En el último viernes de Cuaresma, la Iglesia recuerda especialmente a María acompañando a su hijo en el camino hacia la cruz, viéndole tan martirizado, humillado y rechazado; presenciando su crucifixión, tomándolo en sus brazos cuando es bajado de la cruz y llevado al sepulcro. Ella siempre cerca, prudente, orante, padece la profecía de Simeón “y ti misma una espada te atravesará el alma” (Lc, 2, 35). En medio de ese dolor, María se convierte en madre de la misericordia, porque aún en ese tormento permaneció fiel a Dios y recibió de Jesús la herencia de la creación: “Ahí tienes a tu hijo” (Jn 19,26).
La cercanía de María con Jesús en el tiempo de preparación para la pascua se medita también en el vía crucis, de manera que ella acompaña la oración que fortalece y abona el camino de la conmemoración de los días santos.
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Ana Leticia Zambrano