El 18 de junio de 1999 en eucaristía y acto solemne celebrado en el atrio de la Iglesia Catedral de San Cristóbal, Monseñor Mario del Valle Moronta Rodríguez tomó posesión de la Diócesis, registrándose en la historia de esta circunscripción religiosa como el quinto Obispo, labor en la cual hoy persevera, fiel a su promesa de ser, como él mismo expresó “pastor al servicio de todos en nombre de Dios”.
Luego de recorrer como peregrino, varios municipios del Táchira y de ofrecer su ministerio al patrono y protector Santo Cristo de la Grita, y a Nuestra Señora de la Consolación en Táriba, Monseñor Moronta recibió de manos del hasta entonces administrador apostólico, Monseñor Baltazar Porras Cardozo el báculo y la mitra como símbolos del mando episcopal.
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En su primer discurso oficial como pastor diocesano, Monseñor expresó su gran deseo de servir de instrumento de Cristo como sacerdote para gastar su vida en favor de todos, pues aseguró que no venía “como funcionario a trabajar cumpliendo un horario (…) sino con la conciencia del sacerdote pastor, que debe conocer a sus ovejas, y sobre todo dejarse conocer por ellas”.
En esa oportunidad, el Obispo refirió la intención de prestar atención especial al Seminario Diocesano Antonio Tomás de Aquino, y a la Pastoral Vocacional. Sobre la casa de formación de los sacerdotes confió en recibir la ayuda del pueblo de Dios para favorecer la educación, y cristalizar la vocación de quienes fueran llamados por Dios a su servicio.
El Obispo evidenció su deseo de trabajar con entusiasmo al lado de todas aquellas personas comprometidas con el señor al servicio de la Iglesia Católica para anunciar la buena noticia de la salvación con palabras y con obras. Se propuso donar su vida para actuar en nombre de Cristo, con él y en él.
Frutos
Los propósitos expresados en aquel hermoso y significativo acto, han dado verdaderos frutos durante el episcopado de Monseñor Moronta. Es así como su ministerio ha brindado especial atención y ayuda al Seminario Diocesano, ha logrado fortalecer la pastoral educativa con los colegios parroquiales, el Instituto Universitario Eclesiástico, y la Universidad Católica del Táchira. También ha motivado la renovación de los métodos pastorales y de catequesis.
La cercanía del Obispo con su pueblo se ha materializado en la convocatoria de los Sínodos Diocesanos, espacios en los cuales la feligresía ha podido compartir la historia y las vivencias de cada parroquia, para valorar sus avances en el camino de la fe, pero sobre todo para proponer, y generar rutas que le permitan avanzar en espíritu y en verdad.
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Este hombre de Dios, que llegó como peregrino, se ha encarnado en el corazón de los tachirenses, haciéndose uno más de ellos y caminando en la edificación de una Iglesia de puertas abiertas que acoge, consuela, enseña y comparte, pero que también observa y aprende del Pueblo de Dios, buscando incansablemente mejorar su acción evangelizadora y pastoral.
Ana Leticia Zambrano