En este artículo buscaremos dar respuesta a los desencuentros. Romano Guardini desde su capacidad fenomenológica, habla sobre las partes que se entienden en función del todo y el todo en la tensión de las partes.
Es considerar el tiempo de gracia y consolación que cobra vida y profundidad. Esto va haciendo que la experiencia de los desencuentros, en medio de nuestra actividad pastoral se vaya interpretando como un entramado de raíces inculturadas en la realidad social.
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Cuando un servicio es hecho en Dios con entrega y amor, amasa pacientemente la rutina de la cotidianidad y cuando llega la consolación brilla en todo su esplendor.
Conciencia aislada
Lo opuesto al “Encuentro” es la conciencia aislada de la cual el encuentro con Jesús nos rescata desbordando gratitud y alegría. La conciencia aislada provoca y fortalece los desencuentros. Por otra parte, la conciencia del “Encuentro” nos ofrece esperanza en encuentros personales, vida plena con estabilidad en el tiempo y una conciencia reforzada para decir no a las autorreferencias, a las autocomplacencias, a los clericalismos e ideologías elitistas excluyentes.
Es necesario como lo recuerda Aparecida, colocar el acento en acciones, gestos, actitudes y procesos que hacen a este encontrarse, ser un espacio para el agradecimiento, el acompañamiento de los procesos, la inclusión, la escucha y la conversión.
Para recuperar el “Encuentro” el instrumento es el diálogo, hay que despertar esa capacidad, donde no es imponer mi propuesta, sino aportar para construir, cediendo y ofreciendo para llegar a acuerdos. Cuando uno recupera la capacidad de escuchar, el otro tiene algo bueno que dar también. En ese encuentro se construye una síntesis creativa y fecunda, podemos decir que el diálogo es fundamentalmente fecundidad de algo nuevo. Los monólogos son estériles.
Discernimiento
La cultura del “Encuentro” es el antídoto a la nostalgia y pesimismo que va produciendo una cultura de “fragmentación o no integración”, que debilita los nexos y fines de la evangelización, colocando al centro los intereses personales desvinculados del bien común. Es necesario abrir espacios de “Encuentro” para formar una memoria colectiva, que se forme en caminar con esfuerzo y emprendimiento comunitario.
En este sentido, es necesario un discernimiento cultural, que debe hacer frente a los síntomas de enfermedades encontradas en la sociedad, que atenta contra la cultura del “Encuentro”, desde nuestra relación con la verdad, lo bueno y lo justo. Hoy el hombre está lleno de poder, pero vacío de Verdad, lleno de maldad, pero no de bien, lleno de injusticias, pero no de justicia.
El discernimiento como don del Espíritu tiene un carácter práctico. Esta gracia consta de separar y distinguir, el mal espíritu del buen espíritu, diría San Ignacio; recibiendo las mociones de lo bueno y colocándolas en práctica, lanzando fuera las sugerencias de lo malo y haciendo lo contrario. El mal espíritu nos lleva a desencuentros.
La unidad interior del hombre brota de amar los fines reales, es decir, el bien de las personas concretas, comenzando por los más cercanos, usando medios a escala humana. Aquí es sumamente importante los encuentros interpersonales en el seno de la familia, los grupos sociales o laborales, los amigos y las comunidades cristianas de una parroquia.
Diálogo
Para ser pleno es necesario ser un ciudadano con conciencia de pertenencia a la sociedad, para que la identidad se vea fortalecida. Es decir, la persona tiene su alta identidad como ciudadano al sentirse perteneciente a un pueblo, aquí es clave identidad y pertenencia, el desarrollo de su identidad se dará en la medida en que viva su pertenencia al pueblo donde nace, vive y se desarrolla.
Aquí luchar por una cultura de “Encuentro” debe buscar privilegiar el diálogo como método, buscando compartir consensos y acuerdos en aquello que busque unificar, en vez de enfrentar, creando caminos de cercanía para transitar, privilegiando el tiempo al espacio, el todo a la parte, la realidad a la idea abstracta y la unidad al conflicto, teniendo como sujeto histórico al pueblo y su cultura y no un grupo o fracción.
Pbro. Jhonny Zambrano