Los textos bíblicos de la Liturgia eucarística de este V domingo ordinario de ese año 2025, revisten una característica de tipo vocacional. En primer lugar, por la llamada que hace Dios junto con la respuesta y, en segundo lugar, por las consecuencias de esa llamada. Si bien posee un tinte vocacional, no hay que reducirlo exclusivamente al tema de los futuros sacerdotes, sino también a todo aquel que ha concretado su respuesta como bautizado.
En la primera lectura, Isaías nos recuerda algo muy importante: el diálogo vocacional y misionero. Dios pregunta “¿A quién enviaré? ¿Quién irá de parte mía?” Y la respuesta no se deja esperar: El profeta le responde: “Aquí estoy, Señor, envíame”. Previamente lo había preparado, cuando toca sus labios una braza encendida tomada del altar. El Señor le está llamando no para separarlo, sino para enviarlo y con una tarea, prestar sus labios para hablar en su Nombre.
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En el texto del evangelio que hoy se proclama nos hallamos con el relato de la pesca milagrosa. Cansados y desanimados, al mandato del Señor, los discípulos pescadores regresan mar adentro. A pesar de que tratan de explicarle al Señor Jesús que no han podido pescar nada, Pedro sale adelante y responde al mandato de Jesús: “En tu Nombre lanzaré las redes”. Inmediatamente, se produce el prodigio. El mismo Pedro, junto con sus compañeros se arrojan a sus pies, llenos de asombro. Es entonces cuando Jesús manifiesta su llamada al grupo y a Pedro: “No temas: desde ahora serás pescador de hombres”.
La llamada, precedida por el mandato, tiene una consecuencia: “En tu Nombre…” Así como lanzaron las redes, ahora le manifiestan al Señor que, dejándolo todo, le iban a seguir. Al igual que el Profeta, ellos dicen: “Aquí estoy”. Así, Jesús va consolidando al grupo inicial con el cual se lanza a cumplir con la Misión. Ellos serán los herederos de la obra de Jesús, al convertirse en pescadores de hombre.
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Ahora bien, no se trata de simples seguidores. Al ser discípulos, Jesús mismo los irá preparando y consagrando para la misión que les da. Así, la respuesta positiva implicará que la llamada del Señor conlleve una nueva condición. Es lo que nos plantea Pablo en la Carta a los Corintios, que escuchamos en la segunda Lectura. El Evangelio que los creyentes discípulos misioneros han recibido los salvará y también a quienes ellos se lo prediquen y acepten. Luego de su Resurrección, Cristo ratifica la transformación con la cual Jesús mismo sella la respuesta positiva a quien lo llama. Es tal dicha transformación que se produce una nueva condición. El creyente, como Pablo, puede decir que, aun a pesar de la indignidad que se pueda experimentar, la gracia de Dios hace que no sólo pueda decirlo, sino vivirlo: “Por su gracia, soy lo que soy”.
Esta expresión habla de la identificación con “Yo soy”, de tal manera que puede no solamente lanzar las redes en su Nombre, sino actuar en ese mismo Nombre, en la Persona de Cristo.
La Iglesia, durante este año jubilar, nos recuerda que somos “peregrinos de la esperanza”. Lo podemos ser pues, Cristo ha realizado un profundo cambio en cada uno de los creyentes. Con la gracia de Dios, diciendo que puede ser enviado donde Dios quiera y dejando todo, se debe manifestar como “peregrino de esperanza”. Una “esperanza que no defrauda, sencillamente porque ayudará a todos a vivir la consecuencia de la respuesta/llamada: “Por su gracia yo soy lo que soy”
Mons. Mario Moronta