Nuevamente Nicolás Maduro arremete contra los pastores de la Iglesia católica. Atacar a nuestros pastores es agredir a toda la Iglesia, incluyendo a los laicos, porque ser laico es “ser la Iglesia; es decir, la comunidad de los fieles sobre la tierra bajo la guía del jefe común, el Romano Pontífice, y de los Obispos en comunión con él. Ellos son la Iglesia” (Pío XII, Discurso a los cardenales recién creados, 20 de febrero de 1946; citado por Juan Pablo II en Christifideles laici, 9). O sea, que Maduro se metió con la mayoría de los venezolanos, que es católica.
Esta vez, no le agradó la homilía de Mons. Víctor Hugo Basabe, obispo de la diócesis de San Felipe, durante la eucaristía para celebrar la fiesta de la Divina Pastora, patrona de Barquisimeto. Entonces, aprovechando el mensaje anual ante la Asamblea Nacional Constituyente, utilizó la tribuna central del Palacio Legislativo que llamó “púlpito nacional” para rechazar “el intento de partidizar y politizar negativamente una procesión que le pertenece al pueblo cristiano del estado Lara”, a la vez que reclamó “respeto al pueblo de Cristo en el día de la Divina Pastora”. Por otra parte, exigió a los obispos y curas respetar al pueblo católico y cristiano de Venezuela, “deben aprender a respetar la oración sincera del hombre y la mujer humilde que no quieren que se siga politizando los púlpitos de las iglesias para hacer política retrógrada, reaccionaria y de derecha”. Luego añadió: “Utilizo este púlpito nacional para exigir respeto a los obispos para el pueblo católico, para el pueblo de Cristo”.
El gobierno nacional viene adelantando políticas para intervenir espacios de dominio religioso, que puede observarse en el contenido de discursos para fingir inclinaciones hacia un cristianismo acomodaticio a los intereses del grupo hegemónico de poder con sede en Miraflores, así como la injerencia en un conjunto de denominaciones evangélicas agrupadas en el Movimiento Cristiano Evangélico de Venezuela para decretar, por ejemplo, el día del Pastor Evangélico a partir de este 15 de enero. Asimismo, se dirige a la nación desde el “púlpito nacional”, es decir, el lugar desde donde el falso profeta predica a sus seguidores, para agredir a la Iglesia católica, una manera de perseguir a los católicos y de violar el derecho a la libertad de culto, con propósitos apóstatas.
En el evangelio de San Mateo (7, 15-16) podemos leer: “Guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros con disfraces de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces. Por sus frutos los conoceréis. ¿Acaso se recogen uvas de los espinos o higos de los abrojos?”. Esos falsos profetas se caracterizan por: (1) aparentar una gran espiritualidad y conocimiento religioso; (2) carecer del temor de Dios, tergiversando su significado; (3) su práctica religiosa es contradictoria con el discurso que suponen predicar, a la vez que manifiestan una mezcla de creencias justificando amplitud democrática; (4) buscar prosélitos y facilitar recursos a quienes le siguen, (5) predicar otro Jesús que no es el que está en las Sagradas Escrituras; (6) el centro de atención no es Cristo, sino ellos mismos, por lo que no emplea las Sagradas Escrituras, sino elementos ideológicos de otro orden; (7) hablar arrogante y vanidosamente, o sea, mentir siempre. Su única meta es arrastrar grupos de seguidores para sí y no el de hablar con la verdad; (9) mantener bajo control a sus seguidores e intimidar a sus potenciales enemigos, calumniándolos, desacreditándolos y persiguiéndolos.
De verdad que estos criterios de análisis delatan a Maduro como falso profeta, a quien no hay que hacerle caso en lo que dice, pero sin subestimar el poder que tiene para hacernos daño.
Algo que debería hacer Maduro es colgar la banda presidencial y meterse a cura o pastor evangélico, debido a su pertinaz interés por invadir el ámbito religioso nacional. De esta manera estaría a la par la exigencia que ha hecho en oportunidades anteriores de sugerir a los obispos y curas colgar sus hábitos para meterse en política. Lo que es igual no es trampa, dice el refrán popular.
Hago un llamado a los laicos: En primer lugar, formarnos de manera permanente de tal forma que no nos puedan convencer argumentos sin fundamento y, en segundo lugar, defender a nuestra Iglesia a la vez que cristianizamos al mundo, a Venezuela, sin miedo, porque de lo contrario, el falso profeta, desde el púlpito nacional confundirá a muchos que luego podrían abandonar nuestra casa por ignorancia o miedo.
¡DESPIERTA Y REACCIONA!, como nos enseñó San Juan Pablo II.
- Eduardo Moronta R.