En el momento actual una de las cosas que he podido evidenciar, es que existe una dificultad para reconocer los deseos estables y duraderos, aquellos que son capaces de proporcionar una orientación en los distintos ámbitos (relaciones, trabajo, fe, afectos) de nuestra vida.
El deseo podemos entenderlo como la búsqueda de un bien que se alcanza a partir de luchas y renuncias. Sin embargo, es necesario no excederse en la búsqueda de ese deseo, ya que puede matarlo, de igual manera una excesiva comodidad para alcanzarlo lleva a crear dependencia o baja autoestima. Es necesario mantener el equilibrio.
Diagnóstico
Nuestra sociedad arroja un diagnóstico de demanda de bienestar, búsqueda de soluciones a los problemas del día a día, cantidad de expectativas frente a desafíos propios del estado de vida o profesión. Vemos que siempre hay situaciones que se tornan difíciles y que hay que asumirlas.
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Estos elementos descritos, nos lleva a preguntarnos frente a la niñez y juventud que estamos formando ¿será que tienen más cosas, que deseos? Hoy los padres se preocupan por solucionar todo a sus hijos, y están olvidando que es importante enseñarles a experimentar la carencia y los fracasos, para luego buscar tener los éxitos y el bienestar producto de su empeño en superarse y alcanzarlos, el deseo se convierte en un desafío para cada uno.
Hoy escuchamos a jóvenes sin proyecto de vida. Es como iniciar un proyecto investigativo sin tener un método escogido y un esquema de investigación, el encontrar una gran cantidad de fuentes, pueden llevar al desánimo, sino se tiene la ruta marcada. Así mismo el exceso de posibilidades bloquea el proceso, no se sabría por dónde empezar. Por tanto, la vida tiene el riesgo de reducirse a un producto consumido y no proyectado hacia un deseo – meta que lo direcciona.
Reflexionar
Es necesario tener una mirada honrada frente a nuestros deseos, para desear apropiadamente, para no dejarnos dominar y ser prisioneros de deseos voraces que nos destruyen, que nos llevan a actuar sin límites y en desorden en nuestra vida, teniendo como consecuencia una vida donde se toma, se consume y se desecha. Este no es el camino del deseo que nos hace tener una vida íntegra y desarrollada.
Hoy se presenta un exceso de posibilidades, propuestas y proyectos, podríamos decir que es algo complejo en nuestro momento histórico, con efectos negativos en la vida de la persona.
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Hoy existe un “Panteón” (lugar donde se adoraban muchos dioses) donde todos los deseos tienen cabida, valores diversos y contrarios que están presentes sin jerarquización. Es necesario tener códigos de lectura, valoración y comportamientos que los diferencian unos de otros, esto nos lleva a tener una visión clara y unitaria, volviendo fuerte la capacidad de proyectar adecuadamente la vida y la propia historia.
Interrogantes
Cuando todo se encuentra en un mismo plano, se hace difícil una adecuada elección. Un ejemplo lo vemos en algunos jóvenes muy inteligentes y sin deseo de vivir o creer en algo. Otros ante la necesidad de tomar decisiones en un gran abanico de posibilidades, esto les genera ansiedad que los lleva a no tener claridad al elegir. A los jóvenes de hoy les cuesta decidir su futuro, por no tener una conciencia formada y canalizada en sus deseos. ¿Qué deseo ser en mi vida? Ante esta pregunta, les cuesta tener una respuesta.
Esta pérdida de productividad, viene acompañada de riesgos. No hay esperanza. Les invito a preguntarse ¿Qué es lo que más aprecias? ¿Qué es lo que más temes? Muchos pueden responder: el futuro. El futuro seguro les inspira temor. Algunos están sumergidos en la abundancia de bienes y la pobreza de conocimiento y relaciones afectivas profundas, que permitan tener estabilidad.
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Estamos percibiendo una sociedad basada en la defensa de privilegios materiales, acumulación de objetos, llevando a diferir la necesidad de sanar, tranquilizar el espíritu y los afectos. Podríamos decir, que damos más importancia a lo económico que a la vida emocional y mental. El estar en la búsqueda de lo material, nos hace perder el foco de la gratuidad frente a lo que Dios nos va proveyendo para proyectar.
Asombro y gratuidad
Es necesario retomar el sentido del asombro y la gratuidad, esto nos hace reconocer el carácter imprevisible de la vida. No es posible iniciar una jornada sin contemplar la posibilidad de tener que asumir riesgos. Pensar que tenemos todo controlado, pero sin una adecuada maduración y desarrollo de los deseos, nos puede llevar a pensar que todo es igualmente importante, haciendo que el deseo muera por saturación. Estamos en una sociedad que le tiene miedo al fracaso, impulsamos solo una vida de éxitos y logros. No estamos preparados para asumir un fracaso como una oportunidad para recomenzar, sino como una amenaza que nos ahoga y desinfla.
La invitación es a vivir una vida de gratuidad, esperanza y asombro. Recuperar los deseos buenos que nos impulsan a soñar, luchar y conseguir incluso con mucho sacrificio lo que es bueno, verdadero y bello para nuestra existencia.
Pbro. Jhonny Zambrano