En su intervención durante el encuentro de Pascua de la fraternidad de Emaús, monseñor Mario Moronta, obispo de la Diócesis de San Cristóbal reflexionaba sobre las palabras de los discípulos a sus compañeros: “Hemos visto al Señor”, y señalaba que todos los cristianos que han estado al frente de una hostia consagrada pueden, sin temor, decirlo también.
El Señor está vivo, real, presente con su cuerpo, sangre, alma y divinidad en el pan consagrado que Él mismo dio a los discípulos en la última cena. Es así que el Obispo Diocesano invitaba a proclamar con la misma emoción de los apóstoles que el Señor está con nosotros y que por la fe, le vemos en la Eucaristía.
Esto es lo que la Iglesia Universal celebra el jueves siguiente a la octava de Pentecostés, la solemnidad de Corpus Christi, establecida por el Papa Urbano VI en el año 1264, considerando que es digno que al menos una vez al año los creyentes y el clero se reúnan para alabar la presencia del Señor Resucitado en las especies del pan y del vino. En Venezuela, para facilitar la participación de los fieles se ha trasladado la solemnidad al día domingo.
Verdad
El presbítero Edgar Sánchez párroco de la iglesia Nuestra Señora del Carmen y Asesor de la Unión Diocesana de Cofradías del Santísimo Sacramento, se refirió al hecho de la presencia real de Jesús en la eucaristía, señalando que «es un tema explícito. Es decir que está claro en la Sagrada Escritura, en la Tradición de la Iglesia y en el Magisterio».
“La institución de la eucaristía está en los evangelios de Mateo (26), Marcos (14), Lucas (22) y 1Cor (11) y también de modo claro en cap.6 de san Juan. A esto se une que La Tradición de la Iglesia ha creído firmemente que son efectivas, reales y eficientes las palabras de Cristo: “Este es mi cuerpo (…) esta es mi sangre (…)”, explicó el presbítero.
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Añadió que esas palabras de Cristo se actualizan en cada celebración eucarística y el Magisterio de la Iglesia lo ha reconocido y lo ha enseñado desde el mismo nacimiento de la Iglesia. Sobre ello, San Cirilo de Jerusalén, Padre de la Iglesia que vivió entre los años 315 al 380, insiste contundentemente en sus escritos que Jesucristo sí está presente en la Eucaristía. Y así muchos otros teólogos y santos de los primeros siglos.
Transubstanciación
El Padre Edgar manifestó que, para puntualizar esta verdad, la Iglesia definió en el año 1551, en el Concilio de Trento, la doctrina de la transubstanciación, tomando todo lo contenido en las Escrituras y en la Tradición viva de la Iglesia, confirmando de esta forma:
“Porque Cristo, nuestro redentor dijo que lo que ofrecía bajo las especies del pan era verdaderamente su cuerpo, se ha mantenido siempre en la Iglesia esta convicción, que declara de nuevo el Santo Concilio: por la consagración del pan y del vino se opera el cambio de toda la substancia del pan en la substancia del cuerpo de Cristo nuestro señor y de toda la substancia del vino en la substancia de su sangre; la Iglesia Católica ha llamado justa y apropiadamente a este cambio transubstanciación” (Catecismo de la Iglesia Católica 1376).
Esta doctrina explica que, aunque permanecen el color, el gusto y las características propias de estas especies (denominadas accidentes), la sustancia ya no es el trigo ni las uvas procesadas, sino el cuerpo y la sangre de nuestro señor Jesucristo.
También nos enseña el Concilio que la transubstanciación ocurre en la celebración de la misa, en el momento de la consagración, cuando el sacerdote extiende las manos sobre el pan y el vino, suplicando al padre que envíe sobre ellas al Espíritu Santo, para que se conviertan, por su poder, en el cuerpo y sangre de Jesucristo.
“Por eso, lo único que ven nuestros ojos, lo único que tocan nuestras manos sobre la faz de la tierra que es digno del culto de adoración, es la hostia consagrada, porque en ella está Cristo presente en su cuerpo, su sangre, su alma y su divinidad. Verdadero Dios y verdadero hombre”.
El párroco de la Nuestra Señora del Carmen mencionó que es necesario tener presente que los Cristianos Ortodoxos, si bien no están en comunión con el Papa, acepta la presencia real de Cristo en las especies eucarísticas consagradas. También los anglicanos creen en esta verdad, pero sostienen que la presencia divina se halla sólo durante la celebración eucarística. Y los protestantes luteranos la pierden porque hablan de una presencia espiritual y de algo simbólico.
“Para nosotros los católicos, la presencia del señor además, de real, permanece en las especies consagradas y por eso la Hostia consagrada se reserva con la solemnidad y dignidad que le corresponde, surgiendo el culto eucarístico de adoración al Santísimo Sacramento del Altar”.
Y continúa: “Así podemos tener claro en torno a la eucaristía, tres aspectos. Primero: que se nos dio para celebrarla, tal como lo expresó el Señor “hagan esto en memoria mía”. Segundo: se nos dio para recibirla como alimento: “coman y beban todos de él (…)”. Y tercero: se nos dio para adorarla, pues cuando tenemos claro que es presencia viva y real de Dios, nos postramos y lo adoramos como lo hicieron los Reyes Magos y los discípulos y apóstoles, diciéndole sñor mío y Dios mío”.
Milagros
Al ser consultado sobre los milagros eucarísticos, el Padre Edgar expresó que éstos ocurren en cada celebración eucarística y en ello se basa nuestra fe. «En cada eucaristía celebrada ocurre un milagro».
“En algunos casos se ha dejado ver la sangre u otro fenómeno de carácter sobrenatural en torno a la eucaristía, y el fin de éstos fenómenos es demostrar en los accidentes (las características visibles de las especies) el cambio real y sustancial del pan y del vino… Pero un buen discípulo de Cristo será más dichoso creyendo en las palabras de Cristo, que viendo estos fenómenos. Cada eucaristía es ya un milagro», dice el padre Edgar.
Sin embargo, es de acotar que varias narraciones de milagros eucarísticos reconocidos por la Iglesia Católica exponen que éstos se dieron en circunstancias de dudas por parte de los consagrantes o donde no se había guardado el debido respeto a las especies eucarísticas.
A modo de conclusión, el Padre Edgar Sánchez menciona la traducción de la súplica del canto de adoración del Tantum Ergo, escrita por santo Tomás de Aquino: “Que la fe supla con asentimiento, los límites de los sentidos y del entendimiento”.
Ana Leticia Zambrano