Pbro. Johan Pacheco
La pandemia que acecha a las personas ha sido un gran espejo para reflejar nuestras fragilidades corporales y espirituales. Nadie es inmune a tan peligros virus, y sin la fortaleza de Dios no podemos avanzar en medio de la oscuridad. Por eso es necesario aprovechar el momento presente para discernir, en lo que somos y la mejor humanidad que deberíamos ser cundo logremos controlar al covid-19.
Los egoísmos, discriminaciones y hasta tendencias racistas se vislumbran en medio de la calamidad, es algo de lo que siempre hemos tenido y nos ha llevado al quiebre de la razón y la dignidad humana. Sin embargo, también hay caridad y solidaridad con los más afectados por la pandemia que, aunque menos notoria siempre resalta el verdadero ser que ha creado Dios, para amar sin importar las circunstancias.
Sigamos mirando el espejo de nuestra realidad, la que vinimos hoy, el espejo de la pandemia. Y reconozcamos cómo hemos reaccionado, que acciones negativas debemos superar y cuales virtudes humanas y cristianas debemos fortalecer para que, en la post pandemia no sigamos viendo el mismo rostro, sino una humanidad marcada por la verdadera fraternidad.