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El Papa reza por quienes están en dificultades económicas debido al coronavirus

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En la Misa matutina celebrada – y transmitida en vivo – en la Capilla de la Casa Santa Marta, el Papa Francisco después de recitar la Antífona de entrada que dice: “Yo confío en el Señor. Que tu misericordia sea mi gozo y mi alegría porque te has fijado en mi aflicción” (Cfr. Sal 30, 7-8), oró por aquellos que están sufriendo por la crisis económica causada por la epidemia del coronavirus que ha bloqueado muchas actividades de trabajo:

“Oremos hoy por las personas que empiezan a tener problemas económicos a causa de la pandemia, porque no pueden trabajar y todo esto recae en la familia. Oremos por la gente que tiene este problema”.

En su homilía, comentando el Evangelio de San Juan (4, 43-54) sobre la curación del hijo del funcionario del rey, el Santo Padre nos invitó a orar con fe, perseverancia y valentía, especialmente en este momento.

A continuación el texto de la homilía según nuestra transcripción y al mismo tiempo te invitamos a seguir la Santa Misa (video integral) desde Youtube:

Este padre pide salud para su hijo. El Señor reprocha un poco a todos, pero también a él: “Si no ven signos y prodigios, ustedes no creen”. El funcionario, en lugar de callar y estar en silencio, se adelanta y le dice: «Señor, baja, antes de que mi hijo muera». Y Jesús le respondió: «Ve, tu hijo vive».

Existen tres cosas que se necesitan para hacer una verdadera oración. La primera es la fe: si no tienen fe… Y muchas veces, la oración es sólo oral, de la boca… pero no viene de la fe del corazón, o de una fe débil… Pensemos en otro padre, el del hijo demonizado, cuando Jesús respondió: «Todo es posible para el que cree»; el padre, como dice claramente: «Yo creo, pero aumenta mi fe». La fe en la oración. Rezar con fe, tanto cuando rezamos fuera, como cuando venimos aquí y el Señor está allí: pero ¿tengo fe o es un hábito? Tengamos cuidado en la oración: no caigamos en el hábito sin la conciencia de que el Señor está ahí, que estoy hablando con el Señor y que Él es capaz de resolver el problema. La primera condición para la verdadera oración es la fe.

La segunda condición que el mismo Jesús nos enseña es la perseverancia. Algunos piden pero la gracia no llega: no tienen esta perseverancia, porque en el fondo no la necesitan, o no tienen fe. Y el mismo Jesús nos enseña la parábola de ese señor que va donde el vecino a pedir pan a medianoche: la perseverancia para llamar a la puerta… O la viuda, con el juez injusto: e insiste e insiste e insiste: es la perseverancia. La fe y la perseverancia van juntas, porque si tienes fe estás seguro de que el Señor te dará lo que pidas. Y si el Señor te hace esperar, golpea, golpea, al final el Señor da la gracia. Pero no lo hace, el Señor, para hacerse al interesante o para decir «mejor que espere»: no. Lo hace por nuestro propio bien, para que tomemos las cosas en serio. Tomar en serio la oración, no como los papagayos: bla, bla, bla, bla, bla y nada más… El mismo Jesús nos reprocha: «No sean como los gentiles que creen en la eficacia de la oración y en las palabras, muchas palabras». No. Es la perseverancia allí. Es la fe.

Y la tercera cosa que Dios quiere en la oración es la valentía. ¿Alguien puede pensar: se necesita valor para rezar y estar ante el Señor? Se necesita. El coraje de estar ahí pidiendo y yendo adelante, casi – casi, no quiero decir herejía – pero casi como amenazando al Señor. El coraje de Moisés ante Dios cuando Dios quiso destruir al pueblo y hacerlo jefe de otro pueblo. Dice: «No. Yo con el pueblo». Coraje. El coraje de Abraham, cuando negocia la salvación de Sodoma: «¿Y si fueran 30, y si fueran 25, y si fueran 20?»: ahí, valentía. Esta virtud de la valentía, requiere mucho. No sólo por las acciones apostólicas, sino también por la oración.

Fe, perseverancia y valentía. En estos días en que es necesario rezar, rezar más, pensemos si rezamos de esta manera: con fe en que el Señor puede intervenir, con perseverancia y con coraje. El Señor no decepciona: No decepciona. Nos hace esperar, se toma su tiempo, pero no nos decepciona. Fe, perseverancia y coraje.

Finalmente, el Papa terminó la celebración con la adoración y la bendición eucarística, invitándonos a hacer la comunión espiritual.

A continuación la oración recitada por el Papa:

“A tus pies me Postro, ¡oh Jesús mío!, y te ofrezco el arrepentimiento de mi corazón contrito, que se hunde en la nada, ante Tu santa Presencia. Te adoro en el Sacramento de Tu amor, la inefable Eucaristía, y deseo recibirte en la pobre morada que te ofrece mi alma. Esperando la dicha de la Comunión sacramental, quiero poseerte en espíritu. Ven a mí, puesto que yo vengo a Ti, ¡oh mi Jesús!, y que Tu amor inflame todo mi ser en la vida y en la muerte. Creo en Ti, espero en Ti, Te amo. Así sea”. (Vatican News)

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