Iniciamos este año 2025 con alegría y esperanza. Por ello, continuamos con nuestra reflexión sobre la vida espiritual en relación con lo cognitivo y los afectos, esto porque es evidente que la afectividad ocupa un lugar importante en la vida espiritual. Un signo que lo certifica es el libro de los salmos de la Sagrada Escritura, donde encontramos la relación entre el orante y el Señor en términos esencialmente afectivos.
Los salmos
Los afectos constituyen las diferentes modalidades de la oración: desde la alabanza, la acción de gracias, la súplica, la lamentación y la adoración. Podríamos decir, que el sentimiento vivido por el orante le da un tono específico a cada oración, teniendo claro que los sentimientos del orante cambian y se pueden transformar, como lo vemos en el salterio. Erich Fromm, al hablar de los salmos, nos dice que en ellos encontramos un verdadero valor terapéutico. La oración con los salmos es todo un proceso educativo en los afectos, que nos permite entrar en una relación particular con el Señor.
Lea también: LX años de la historia tachirense: Feria Internacional de Sebastián
Los afectos tienen influencia en el contexto de un acompañamiento espiritual, es decir, de un coloquio, donde una parte como la otra, por medio de un tema específico, pero que concierne a la persona, debe llevar al dirigido en ese momento a una madurez afectiva que le permita vivir relaciones maduras y responsables.
Dos medios
Es necesario considerar la psicología y la espiritualidad como un gran recurso que ayuda al ser humano a crecer en su desarrollo cognitivo, emocional y espiritual de forma integral. Es importante tener conciencia de la necesidad de buscar ayuda y no cerrarse a la novedad que trae este proceso de redescubrimiento de si mismo y apertura a la trascendencia donde Dios siempre sorprende con su planes y proyectos para nosotros.
Le puede interesar: San Hilario de Poitiers: “Dios ha dado gracia gratuita a todos los hombres por la justificación de la fe”
De igual manera, es necesario recordar que quien ayuda y acompaña en el proceso como director espiritual o confesor, ha de haber tenido la ocasión de trabajar sobre sí mismo, reconociendo su proceso de sanación y crecimiento integral. Para ello, es necesario tener la actitud de humildad para reconocer que se necesita ayuda y la voluntad para comenzar su proceso e ir creciendo de acuerdo a la necesidad y los tiempos.
Director y dirigido
Por tanto, en toda relación humana concreta debe actuar por un lado la realidad más profunda que nace en el otro y nosotros, y por otro lado el rol que nosotros proyectamos sobre el otro. Esto se aplica a un dirigido espiritualmente y su director espiritual, es necesario tomar conciencia de este proceso, con el fin de evitar interferencias que ayuden al proceso sanador del dirigido.
La relación de confianza compartida entre ambos interlocutores y que los une a la trascendencia, será la clave. Es necesario reconocer que la gracia actuará en el discernimiento que haga el director y la obediencia a recorrer el camino y dejarse sorprender del dirigido, explorando sus propias zonas problemáticas y cultivando lo que la oración, el discernimiento y la voluntad le llevan a buscar como la acción de Dios en su vida.
Pbro. Jhonny Zambrano