San Jerónimo es conocido como el santo que tradujo la Biblia de los idiomas primarios (griego-hebreo) al latín. Su memoria litúrgica se celebra el 30 de septiembre y en atención a ello, durante este mes la Iglesia Universal dedica especial atención a la reflexión sobre la importancia y significación de la Biblia.
En Venezuela desde 1992 el mes de la Biblia se celebra en octubre, en conmemoración a la fundación de la Sociedad Bíblica Católica Internacional.
A partir de la traducción de la Sagrada Escritura al latín, se facilitó la traslación a todos los idiomas. Esto marca el aporte de San Jerónimo a la Iglesia para que la palabra de Dios fuera conocida por todo el mundo.
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Jerónimo decía que “quien no conoce la palabra, no conoce a Cristo”. Así, es a través de las Escrituras como los fieles pueden conocer a Dios, recibir y aceptar su palabra para ponerla en práctica. Y un momento privilegiado para recibir la palabra de Dios es el de la eucaristía, donde antes de la consagración se recibe la comunión del verbo, la palabra que bien dice el evangelista San Juan, se hizo carne y habitó entre nosotros.
En este contexto, es oportuno referir que la Iglesia, como madre y maestra, ofrece al pueblo de Dios el sustento necesario para la vida de fe y por ello la estructuración de las lecturas bíblicas en la misa, guían hacia el conocimiento de la historia y del proyecto de la salvación. Siguiendo la liturgia día a día, en un lapso de tres años es posible conocer la mayor parte del contenido de la Biblia.
Al respecto, el presbítero David Ramírez, canciller de la Diócesis de San Cristóbal explica la distribución de los ciclos y tiempos litúrgicos, que sustentan el orden de los pasajes de la Sagrada Escritura.
“Antiguamente las personas asistían a la misa, imitaban los gestos del sacerdote, pero no comprendía nada. Ahora los fieles pueden escuchar y entender el mensaje que el Señor quiere transmitir. Después del Concilio Vaticano II, se aprobó que la Biblia fuera traducida en todos los idiomas para que en todas partes se pudiese entender y leer la palabra de Dios” señala el presbítero.
Tiempos
La primera referencia necesaria es la del año litúrgico, que de acuerdo al rito romano se define como el período durante el cual se celebra la historia de la salvación dada por nuestro señor Jesucristo. Durante este lapso se recorren los tiempos de adviento, navidad, cuaresma, pascua y el tiempo ordinario que se vive en dos oportunidades intercalado entre navidad y cuaresma, y entre pascua y adviento.
El año litúrgico inicia el primer domingo de adviento y culmina con la fiesta de Cristo Rey.
El padre Ramírez explica que las lecturas van de acuerdo al tiempo. En adviento se refieren a la encarnación del hijo de Dios, se leen conjuntamente con lo que profetizó Isaías y todo está estructurado en ese contexto. En el tiempo de navidad se habla del nacimiento de Jesús, la visita de los pastores, de los magos (epifanía) y se incluye el bautismo del Señor.
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El tiempo de la cuaresma está marcado por la penitencia. Todos los textos bíblicos están enmarcados en la revisión de las acciones con miras a la conversión y al perdón de los pecados.
Durante la Semana Santa se conmemora la pasión y muerte de Nuestro Señor, dando paso al tiempo litúrgico de pascua, cuando se vive la alegría y la esperanza por la resurrección y el triunfo de Dios sobre el pecado y la muerte. En este tiempo se meditan las experiencias narradas en los hechos de los apóstoles.
Sobre el tiempo ordinario, el portal Cristomanía católica (junio 2023) refiere que “nos ayuda a vivir el Misterio de Cristo en su plenitud, llevándonos hacia el encuentro con Él en lo cotidiano e instruyéndonos a través de la Palabra organizada en los diferentes leccionarios. Descubrimos que en cada día de nuestra vida nos encontramos con la salvación que Cristo nos ofrece permanentemente”.
En cada tiempo litúrgico es característico el uso de colores específicos en los ornamentos sacerdotales: morado durante el adviento y la cuaresma, blanco en navidad y pascua. El domingo de Ramos y Pentecostés la casulla es de color rojo. El tercer domingo de adviento y de cuaresma, se usa el rosado, que refleja alegría en medio de la espera y la penitencia. En las celebraciones marianas, el color es azul.
Ciclos
Al tener conciencia de los tiempos litúrgicos, se distinguen en ellos los ciclos litúrgicos, que son el modo de organizar las lecturas que se hacen en la eucaristía, con el propósito de abarcar la mayor parte del contenido de la Sagrada Escritura.
Sobre ellos, el canciller de la Diócesis explica: “La Iglesia ha hecho un trabajo maravilloso con los ciclos litúrgicos en los cuales se ha distribuido la palabra de Dios en las lecturas que se leen a diario. Los pasajes bíblicos que se leen en San Cristóbal son los mismos que se leen en Roma y en todas partes del mundo, pues así están estructurados para su meditación”.
Explica que los ciclos litúrgicos son tres: A, B, C. En ellos se pudo incrustar la palabra de Dios abarcando tres años consecutivos.
En el año A, la lectura principal, el evangelio, corresponde a San Mateo; el B, a San Marcos y el año C, a San Lucas. El evangelio de Juan se medita en las fiestas y solemnidades, especialmente la de Semana Santa.
“En 2024 corresponde el ciclo B. Se lee el evangelio de Marcos en el ciclo ordinario. Mateo y Lucas se van intercalando según las fiestas y Juan que es el evangelista del amor, se leyó sobre todo en el tiempo de pascua”.
Al ser interrogado sobre qué debe saber y hacer el cristiano con respecto a la Palabra de Dios, el padre Ramírez reiteró que el mensaje estructurado en las lecturas diarias es el mensaje del Creador para cada fiel en el presente. El alimento espiritual es tan necesario como el corporal y los creyentes pueden recibirlo a diario.
“Hoy por hoy la tecnología ofrece la posibilidad de leer y conocer la palabra de Dios, todos los días. Conocer la palabra de Dios y ponerla en práctica es lo que nos acerca, nos hace familia de Cristo, y en esto, el primer ejemplo es el de María, quien con su obediencia abrió la puerta de la salvación”, finalizó diciendo el Padre Ramírez.
Ana Leticia Zambrano