San Benito nació en Nursia, Italia en el año 480, proveniente de una familia de posición social distinguida fue enviado a Roma a estudiar filosofía y letras, sin embargo, a los 20 años de edad, decidió marcharse a las montañas a meditar y orar.
“La ciudad de Roma estaba habitada por una mezcla de cristianos fervorosos, cristianos relajados, paganos, ateos, bárbaros y toda clase de variadas creencias (…) el ambiente, especialmente el de la juventud, no era adecuado, así que san Benito se dio cuenta que, si permanecía allá en medio de esa sociedad tan dañada, se iba a corromper (…) por eso huyó de la ciudad y se fue a un lugar alejado, a rezar, meditar y hacer penitencia”.
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El santo permaneció en una cueva donde todo su tiempo lo utilizaba para orar y prepararse espiritualmente, entretanto otro monje le daba de comer a través de una cesta para no interrumpir la penitencia. Sin embargo, su compromiso y convicción atrajo a otros, quienes se querían seguir su camino. Ante esta situación San Benito salió dispuesto a promover sus intenciones y gestó la fundación de la orden de los Benedictinos.
“Tiempo después se trasladó a Montecassino, fue allí donde San Benito hizo su vida espiritual y donde escribió la famosa Regla de los monjes, una especie de manual y código de conducta para los monjes, la cual aún es vigente”.

Dentro de las capacidades del santo estaban la de exorcizar, utilizando como sacramental para la liberación de demonios la famosa cruz ahora llamada de San Benito.
“El 21 de marzo del año 543, estaba el santo en la Ceremonia del Jueves Santo, cuando se sintió morir. Se apoyó en los brazos de dos de sus discípulos, y elevando sus ojos hacia el cielo cumplió una vez más lo que tanto recomendaba a los que lo escuchaban: «Hay que tener un deseo inmenso de ir al cielo», y lanzando un suspiro como de quien obtiene aquello que tanto había anhelado, quedó muerto”.
Oración
Santísimo confesor del Señor; Padre y jefe de los monjes, interceded por nuestra santidad, por nuestra salud del alma, cuerpo y mente.
Destierra de nuestra vida, de nuestra casa, las asechanzas del maligno espíritu. Líbranos de funestas herejías, de malas lenguas y hechicerías.
Pídele al Señor, remedie nuestras necesidades espirituales, y corporales.
Pídele también por el progreso de la santa Iglesia Católica; y porque mi alma no muera en pecado mortal, para que así confiado en Tu poderosa intercesión, pueda algún día en el cielo, cantar las eternas alabanzas.
Amén.
Carlos A. Ramírez B.