Juan de Fidanza conocido como San Buenaventura nació en el año 1218 Bagnoregio, en la región toscana de Italia, hijo de Juan Fidanza y María Ritella, tomó los hábitos en la orden seráfica para posteriormente estudiar en la Universidad de París con la tutela del maestro inglés Alejandro de Hales.
“La tradición dice que en su niñez había sido afectado por una grave enfermedad y ni siquiera su padre, que era médico, esperaba ya salvarlo de la muerte, pero su madre entonces recurrió a la intercesión de Francisco de Asís, que había sido canonizado hacía poco, y Buenaventura se curó”.
La convicción del santo era tal, que posterior a la transformación el estudio teología y Sagrada Escritura en la Universidad de París, de 1248 a 1257, se entregó a la plegaria a tiempo completo, una acción que catalogaba como la clave de la vida espiritual.
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“El santo no veía en sí más que faltas e imperfecciones y, por humildad, se abstenía algunas veces de recibir la comunión, por más que su alma ansiaba acercarse a la fuente de gracia. Pero un milagro de Dios permitió a San Buenaventura superar tales escrúpulos”.
La idea constante de ayudar de manera constante la salvación del prójimo fue la característica principal de San Buenaventura, quien con un verbo encendido predicaba la palabra de Dios, llegando a miles de corazones que recibían al señor con entrega total.
“Buenaventura gobernó la orden de San Francisco durante diecisiete años y, por esto, a veces se le llama el segundo fundador. En 1273, a la muerte de Godofredo de Ludham, el papa Clemente IV trató de nombrar a Buenaventura arzobispo de York, pero este consiguió disuadirlo de ello. Sin embargo, al año siguiente, el beato Gregorio X le nombró cardenal y obispo de Albano, ordenándole aceptar el cargo por obediencia”.
Buenaventura murió durante las celebraciones, la noche del 14 al 15 de julio. Fue canonizado en 1482 y declarado Doctor de la Iglesia en 1588, por Sixto V, mediante la bula Triumphantis Hierusalem.
Carlos A. Ramírez B.