Sentir la mirada de Dios en nuestro corazón que es el centro unificador del hombre, sendero que conduce hacia el horizonte de nuestra verdadera identidad, abre las compuertas de la transformación
En lo más interior del ser humano brotan las fuentes de la vida. Se configura aquello que nos distingue, aquello que nos ordena nuestra identidad espiritual poniéndonos en comunión con las demás personas, pero también nos abre los ojos a una dimensión más íntima con la realidad