La devoción a María como Madre de la Iglesia tiene profundas raíces históricas y teológicas. Este título ha estado presente en la sensibilidad de grandes figuras de la Iglesia como San Agustín y San León Magno, así como en papas como Benedicto XV y León XIII
Por su convicción y su responsabilidad evangelizadora fue llamado el “Apóstol de Alemania”, sumado a la fundación y organización de iglesias lo que lo hacía merecedor de ser un misionero y reformador de las creencias mundanas de los habitantes
“Muchos hombres en este mundo afligen al Señor. Yo deseo almas que lo consuelen para suavizar la ira del Padre Celestial. Yo deseo, con mi Hijo, almas que repararán con sus sufrimientos y pobreza por los pecadores e ingratos”
La tradición cuenta que el 2 de enero, Santiago se encontraba con sus discípulos junto al río Ebro cuando "oyó voces de ángeles que cantaban Ave María, Gratia Plena y vio aparecer a la Virgen Madre de Cristo, de pie sobre un pilar de mármol"
En las apariciones de Fátima y Lourdes, la Santísima Virgen ha pedido que se rece el rosario para alcanzar la conversión de los pecadores y la paz del mundo