dentro de todos los argumentos y retos que surgen para acabar con el cristianismo católico, hay uno que, desde adentro, está haciendo la tarea más fácil para todos.
Desgraciadamente cada vez es más común saber de casos de suicidio. De hecho, durante la pandemia los suicidios en niños y menores aumentaron significativamente. Pese a ello, muchas personas se siguen preguntando: ¿A dónde van las almas de las personas que se suicidan? ¿Los suicidas van al infierno?