El obispo emérito de la diócesis de San Cristóbal, monseñor Mario del Valle Moronta, después de su periplo por este mundo reposa a los pies del Cristo de Limoncito, en la Iglesia Sagrario Catedral, como parte de uno de sus deseos más encomiables pedidos en vida.
Luego de casi una semana el peregrino fue llevado por sus más cercanos afectos y acompañado por el Pueblo de Dios para hacer un recorrido por la Plaza Juan Maldonado, donde se rindió un homenaje también con la presencia de las autoridades eclesiásticas nacionales y representantes de los poderes públicos del estado Táchira.
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Al retorno a la Iglesia Sagrario Catedral se completó el ritual del sepelio, entretanto se escucharon las melodías Tierra Tachirense y Un Canto a Caracas, un pedio expreso de monseñor como parte de su despedida al encuentro del Cristo de rostro sereno que siempre veneró.

Monseñor Lisandro Rivas, obispo de la Diócesis de San Cristóbal, destacó las cualidades de quien durante 25 años fue pastor, guía y un líder religioso que llevó a su pueblo siempre de la mano de Dios, bajo la premisa de ser protagonistas de los cambios y promotores de una vida ética, moral acorde con la fe y los preceptos cristianos.

“En su ministerio amó a la Iglesia y se entregó por completo a ella, era un enamorado de la Palabra de Dios la cual se constituyó en principio y fundamento de su vida ministerial. Amó a la Iglesia en plenitud, promoviendo la formación y acompañamiento laical y ministerial al servicio del Reino de Dios, Amó su sacerdocio, sus sacerdotes y diáconos, esto lo llevó a ser un promotor vocacional de primera, dejando hoy en nuestra Iglesia diocesana un presbiterio bien formado y un seminario de puertas abiertas”.

Continúo el pastor diocesano alabando las virtudes de monseñor Moronta con la premisa de caracterizarse como el ejemplo del buen pastor, quien conociendo a sus ovejas siempre dio la vida por ellas, un accionar que se visibilizó, vivió y defendió en su lema episcopal “servidor y testigo” un proyecto de vida para su ministerio, llevándolo a amar y entregarse por completo en total fidelidad y amor al rebaño que le fue confiado.

Destacó la herencia que nos dejó el peregrino que llegó al Táchira: De un hombre de Fe, que creyó siempre en Dios y, por eso, fue soberanamente libre para decir la verdad y defender la justicia a tiempo y a destiempo, sin acepción de personas.

De un hombre de esperanza, que supo “soportar la cruz sin miedo a la ignominia” y nunca desfalleció falto de ánimos, ya que la fuerza que lo impulsaba era la de Jesucristo resucitado.

Nos queda, sobre todo, la herencia de un hombre de amor generoso y sacrificado. Y como Jesús, con un amor preferencial por los pobres, por los oprimidos, por los que no contaban para nada ni para nadie.

El legado de monseñor Mario del Valle Moronta representa una parte de importante valía para el estado Táchira, pues con tesón, responsabilidad y fortaleza guiada por Dios, supo levantar su voy ante las adversidades y ser protagonista de transformaciones en pro del bienestar general, una muestra palpable de su ministerio evocado en las palabras del todo Todopoderoso.




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